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Pasó desde allí a la región pártica, y, deteniéndose en ella, empezó a vestirse la estola, ropaje usual de aquellos bárbaros, bien porque quisiese acomodarse a las leyes del país, por cuanto sirve mucho para ganar los hombres el imitar sus costumbres patrias, o bien porque se propusiese hacer una tentativa para la adoración con los Macedonios, a fin de irlos acostumbrando poco a poco a llevar el tránsito y mudanza que pensaba hacer en el método de vida. Con todo, no adoptó enteramente el traje de los Medos, que era más distante del propio y más extraño: porque no se puso los calzones largos, ni la ropa talar, ni la tiara, sino que hizo una mezcla del Persa y Medo, tomando un vestido medio, no de tanto lujo como éste, pero más brillante que aquel. Al principio no lo usaba sino para recibir a los bárbaros y en casa con los amigos; pero después ya lo vieron muchos salir y despachar con él. Espectáculo era éste muy desagradable a los Macedonios; pero admirando en lo demás sus virtudes, creían que era preciso contemporizar algún tanto en obsequio de su gloria y de su gusto: pues sobre todo lo demás, habiendo recibido recientemente un flechazo en la pierna, del que cayó al suelo herido en el hueso de la rodilla, y sido lastimado segunda vez de una pedrada en el cuello, hasta el punto de haber perdido por largo rato la lumbre de los ojos, con todo, no dejaba de exponerse sin reserva a los peligros; así es que habiendo pasado el río Orexartes, que él creía ser el Tanais, y derrotado a los Escitas, los persiguió cien estadios, sin embargo de estar molestado por la diarrea.

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