Cuando iba a invadir la India, como viese que el ejército arrastraba grande carga en pos de sí, y era difícil de mover por la gran riqueza de los despojos, al mismo amanecer, estando ya listos los carros, quemó primero los suyos y los de sus amigos, y después mandó que se pusiera fuego a los de los Macedonios: orden que pareció más dura y terrible en sí que no en su ejecución, porque mortificó a muy pocos, y, antes bien, los más, recibiéndola con entusiasmo y con demostraciones de aclamación y júbilo, repartieron las cosas que son más precisas entre los que las pidieron, y las restantes las quemaron o destrozaron, encendiendo con esto en el ánimo de Alejandro mayor arrojo y confianza. Era ya entonces fiero e inexorable en el castigo de los culpados: de manera que habiendo constituido a Menandro uno de sus amigos, gobernador de un fuerte, porque no quería quedarse le quitó la vida; y habiéndose rebelado los bárbaros, por sí mismo atravesó con una saeta a Orsodates. Sucedió por entonces que una oveja parió un cordero que tenía en la cabeza la figura y color de una tiara y la forma también de unos testículos a uno y otro lado; lo que abominó Alejandro como mala señal, y se hizo purificar por unos Babilonios que al efecto acostumbraba llevar consigo; sobre lo cual dijo a sus amigos que no era por sí mismo por quien se había sobresaltado, sino por ellos, no fuera que un mal genio, faltando él, trasladara el poder a un hombre cobarde y oscuro. Mas otra señal buena que sobrevino luego borró esta mala impresión de desaliento; y fue que un Macedonio, jefe de la tapicería, llamado Próxeno, allanando el sitio en que había de ponerse la tienda del rey junto al río Oxo, descubrió una fuente de un licor continuo y untoso; y a lo primero que sacó se encontró con que era un aceite limpio y claro, sin diferenciarse de esta sustancia ni en el olor ni en el sabor, conviniendo además con ella en el color brillante y en la untuosidad; y esto, en país que no producía aceite. Dícese, pues, que el agua del Oxo es también muy blanda y que pone crasa la piel de los que en él se bañan. Ello es que Alejandro se alegró extraordinariamente con esta señal, como se demuestra por lo que escribió a Antípatro, poniéndola entre los mayores favores que del dios había recibido. Los adivinos tenían la por pronóstico de una expedición gloriosa, pero trabajosa y difícil, porque el aceite ha sido dado a los hombres por Dios para remedio de sus fatigas.