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La bajada por los ríos al mar le consumió el tiempo de siete meses, y entrando con las naves en el Océano se dirigió a una isla, que él llamó Escilustis, y otros Psiltucis. Descendiendo en ella, a tierra, sacrificó a los dioses y se hizo cargo de la naturaleza de aquel mar y sus riberas hasta donde pudo alcanzar, y haciendo plegarias a los dioses para que no fuera dado a ningún hombre el pasar los términos de su expedición, retrocedió. En cuanto a las naves, dio orden de que costeasen, teniendo la India a la derecha, y nombró comandante a Nearco, y primer piloto a Onesícrito. Por lo que a él toca, siguió la marcha a pie por la región de los Oritas, donde llegó hasta el último extremo de escasez y perdió grandísima parte de su gente: en términos que no volvió de la India ni con la cuarta parte de la de guerra, siendo así que la infantería subía a ciento veinte mil hombres y la caballería a unos quince mil; pero enfermedades peligrosas, malas comidas, calores abrasadores y el hambre acabaron con los más, caminando por un país estéril habitado por hombres que llevaban una vida miserable, sin tener más que algún ganado lanar ruin y desmedrado, acostumbrado a alimentarse con pescado de mar, por lo que su carne era poco sana y de mal olor. Con trabajo pudo atravesarle en sesenta días; mas entrando al cabo de ellos en la Gedrosia, al punto se vio sobrado de todo, siendo los sátrapas y los reyes de las inmediaciones los que le abastecían.

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