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Repuso allí sus tropas y marchó entre banquetes y festines unos siete días por la Carmania. Conducíanle a él y a sus amigos con gran reposo ocho caballos en una especie de escena colocada en un tablado alto y descubierto, banqueteando continuamente de día y de noche. Seguíanle gran número de carros, cubiertos unos con cortinas de púrpura de diferentes colores, y defendidos otros con ramos de árboles verdes y recién cortados; y en ellos caminaban los demás amigos y caudillos ceñidos de coronas y bebiendo. No verías allí ni adarga, ni casco, ni azcona, sino que por todo el camino los soldados, con tazas, con copas y con vasos de oro, tomaban vino de grandes toneles y tinajas y se lo alargaban mutuamente: bebiendo unos y andando al mismo tiempo, y otros deteniéndose y reclinándose. Había mucha música de flautas y chirimías, y todo resonaba con versos y canciones y con algazara de mujeres poseídas de Baco; y a este desorden y confusión de camino seguía el coro y tumulto de la báquica descompostura, como si el mismo dios se hallara presente y concurriera a aquellos festines. Cuando de la Gedrosia y Carmania llegó al palacio, todavía volvió a dar al ejército reposo y holganza en continuos banquetes, y se dice que beodo asistió al certamen de unos coros, en los que salió vencedor Bagoas, su favorito, que era conductor de uno de ellos, y que pasando desde el teatro con el adorno de vencedor fue y se le sentó al lado; lo que visto por los Macedonios, aplaudieron y gritaron sin cesar que lo besase, hasta tanto que abrazándole le dio un beso.

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