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Engriéronse con esto el ejército de Pompeyo y sus caudillos para instar sobre que se acometiese a César, como vencido ya y fugitivo; pero el mismo Pompeyo se iba con mucho tiento en arriesgarse a una batalla en que se aventuraba tanto, y, hallándose perfectamente prevenido todo para largo tiempo, se proponía quebrantar y amansar el hervor de los enemigos, que no podía ser duradero; porque los que componían la principal fuerza de César tenían, sí, disciplina y un ardor invencible para los combates; pero para las marchas para acampar, para asaltar murallas y pasar malas noches les faltaba el vigor a causa de la edad, y teniendo ya el cuerpo pesado para las fatigas, la debilidad disminuía el arrojo. Decíase además que en el ejército de César se padecía entonces cierta, enfermedad contagiosa nacida de la mala calidad de los alimentos: siendo lo más esencial todavía que, no estando sobrado en cuanto a fondos ni abundante en provisiones, parecía que dentro de muy breve tiempo había de disolverse por sí mismo.

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