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No produjo ésta, sin embargo, ninguna turbación, y antes sobrevino un incidente doméstico muy desagradable para César. Publio Clodio era un joven, patricio de linaje, señalado en riqueza y en elocuencia, pero que en insolencia y desvergüenza no cedía el primer lugar a ninguno dejos más notados de disolutos. Amaba éste a Pompeya, mujer de César, sin que ella lo llevase a mal; pero la habitación de Pompeya estaba cuidadosamente guardada, y la madre de César, Aurelia, mujer respetable y que andaba continuamente en seguimiento de la nuera, hacía difícil y peligrosa la entrevista de los amantes. Veneran los Romanos una diosa, a la que llaman Dona, como los Griegos Muliebre o Femenil, y de la cual dicen los de Frigia- que la tienen por propia suya- que es la madre del rey Midas; los Romanos, la ninfa Dríade, casada con Fauno, y los Griegos, la madre de Baco, que no es dado nombrar, de donde viene que las que celebran su fiesta adornan las tiendas con ramas de viña, y el dragón sagrado está postrado a los pies de la diosa, según la fábula. No es lícito que a esta fiesta se acerque ningún varón, ni que siquiera exista en casa mientras se celebra, sino que las mujeres solas, unas con otras, se dice que ejecutan en esta solemnidad arcana muchas ceremonias parecidas a los Misterios órficos. Llegado, pues, el tiempo de haberse de celebrar en la casa del cónsul o el pretor, éste y cuantos varones hay salen de casa, de la que se hace cargo la mujer, la adorna, y la mayor parte de los ritos se ejecutan por la noche, pasándola toda en vela con algazara y músicas.

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