Vuelto Foción a la ciudad, como los Atenienses por necesidad hubiesen convenido en lo tratado, regresó otra vez a Tebas con otros embajadores, habiendo sido elegido para ponerse al frente de ellos el filósofo Jenócrates; porque era tal su dignidad, su opinión y su fama de virtud entre todos, que se tenía por cierto que no podía haber tanta insolencia, tanta crueldad y tanto encono en corazón humano, que con sólo ver a Jenócrates no se convirtiera en respeto y estimación hacia él; pero sucedió lo contrario, por la barbarie y perversidad de Antípatro. Empezó por no saludar siquiera a Jenócrates, habiendo abrazado a los demás: acerca de lo cual se refiere haber dicho aquel que hacía muy bien Antípatro en desairarle a él solo, cuando meditaba tratar tan injustamente a la república. Después, habiéndose puesto a hablar, no le dejó, sino que oponiéndosele y mostrándose disgustado, le obligó a callar. Habiendo hablado Foción, respondió que habría amistad y alianza con los Atenienses, entregando a Demóstenes e Hipérides; gobernándose por las leyes patrias según el catastro; recibiendo guarnición, en Muniquia y pagando, por fin, los gastos de la guerra y una multa. Los demás embajadores aceptaron como humano el tratado, a excepción de Jenócrates, pues dijo que para esclavos los había tratado muy bien Antípatro, pero para hombres libres de un modo muy duro. Reclamó y rogó Foción sobre el artículo de la guarnición, pero se dice haber respondido Antípatro: “Nosotros, oh Foción, queremos dispensarte todo favor, menos en aquello que ha de ser para tu perdición y la nuestra”. Mas otros no lo refieren así, sino que dicen haber preguntado Antípatro si, quitando él la guarnición a los Atenienses, le salía por fiador Foción de que la república guardaría el tratado y no promovería inquietudes, y que, como Foción callase y se quedase pensativo, levantóse Calimedonte Cárabo, hombre atrevido y nada republicano, y habló de esta manera: “¿Con que si éste, oh Antípatro, chochease, tú le creerás y no harás lo que tienes determinado?”