El linaje de Catón adquirió lustre y gloria de Catón su bisabuelo, varón que llegó por su virtud a tener entre los Romanos el mayor concepto y poder, como dijimos en su Vida. Quedó huérfano de padres con su hermano Cepión y su hermana Porcia, teniendo, además, otra hermana de madre, llamada Servilia, y todos se mantenían y educaban en casa de Livio Druso, que era tío de su madre, y quien entonces llevaba el peso del gobierno. Porque era elocuente en el decir, sumamente moderado y sobrio, y de tanta prudencia, que no cedía en esta calidad a ninguno de los romanos. Dícese que Catón desde niño manifestó en su voz, en su semblante y en los entretenimientos pueriles, un carácter inflexible, entero y firme para todo, porque lo que emprendía lo llevaba a cabo con una resolución superior a su edad, y si era áspero y desabrido con los que le educaban, aun se irritaba más con los que querían intimidarle. Era, además, casi inmóvil para la risa, no prestándose su semblante para más que cuanto sonreírse; para la ira no era tan fácil ni pronto, pero una vez enfadado muy difícil de desenojar. Llegado el tiempo de la enseñanza, se vio que era tardo y pesado en percibir, pero luego que percibía, de buena memoria y retención, bien que, en general, sucede que los de ingenio pronto son olvidadizos, y memoriosos los que aprenden a fuerza de trabajo y aplicación; y es que en éstos cada cosa que aprenden viene a ser como una marca impresa en el alma a fuego. Parece también que la desconfianza hacía en Catón la instrucción más trabajosa y difícil, porque el aprender es un cierto padecer, y el dejarse persuadir pronto es ordinariamente de los que no se sienten con fuerza para contradecir; así es que más fácilmente creen los mozos que los viejos, y los enfermos que los sanos, y, en general, los que dudan poco son prontos y fáciles en asentir. Con todo, se dice que Catón se dejaba persuadir de su ayo, y hacía lo que le ordenaba; pero exigiendo la razón de todo, y preguntando el por qué de cada cosa, pues el ayo era benigno y afable y de los que prefieren la razón al castigo. Su nombre era Sarpedón.