Hacían, por tanto, la guerra a Catón todos los próceres, como reprendidos por su conducta. Pompeyo, que en la gloria de aquel creía ver la ruina de su poder, andaba siempre buscando personas que le desacreditasen, de las cuales era una Clodio el Demagogo, que, unido otra vez a Pompeyo, levantaba el grito contra Catón, diciendo que en Chipre había ocultado grandes cantidades, y que tenía guerra declarada a Pompeyo porque había tenido a menos casarse con su hija. Mas Catón contestaba que había recogido en Chipre para la república, sin que le hubiese dado ni un caballo ni un soldado, tanto caudal cuanto no había traído nunca Pompeyo de tantas guerras y triunfos, habiendo revuelto el mundo. Y que nunca había pensado contraer afinidad con éste, no porque no le creyese muy digno, sino por ser de distinta opinión y conducta en la administración de los negocios públicos. “Porque yo- dijo- habiéndoseme dado el mando de una provincia para después de la pretura, la he renunciado; pero aquel toma y retiene para sí unas y otras las da a los de su partido, y ahora ha prestado una fuerza de seis mil legionarios a César para la guerra de la Galia. Y estas tropas ni os las pidió a vosotros, ni ahora las ha enviado con vuestro consentimiento; sino que fuerzas tan considerables, las armas y los caballos, son obsequios y retribuciones de unos particulares. Tiene los títulos de emperador y general, pero los ejércitos y las provincias los da a otros, y él se está de asiento en la ciudad, preparando tumultos para los comicios de elecciones y continuos alborotos, con los que no se nos oculta que quiere abrirse camino a la dominación por medio de la anarquía.”