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Poco antes de haber ido yo a Atenas se dice haber sucedido este caso. Un soldado a quien se hizo proceso por su comandante, siendo llamado a juicio, puso todo el dinero que llevaba en las manos de la estatua, que tenía los dedos juntos unos con otros, y al lado de la cual estaba plantado un plátano muy alto. Cayeron de él muchas hojas, o porque el viento casualmente las derribara, o porque el mismo que puso el dinero lo ocultara con ellas; ello es que así estuvo, escondido el dinero por largo tiempo. Cuando, volviendo el soldado, lo encontró y corrió la voz de este suceso, muchos ingenios tomaron de aquí argumento para defender a Demóstenes de la nota de soborno, y compitieron entre sí escribiendo epigramas. A Demades, que no gozó largo tiempo de su brillante gloria, la venganza debida a Demóstenes lo llevó a Macedonia a ser justamente castigado por aquellos mismos a quienes había adulado vilmente, pues si ya antes les era odioso, entonces le encontraron envuelto en un reato, del que no había cómo librarse. Porque perdió unas cartas por las que instaba a Perdicas a que invadiese la Macedonia y salvara a los Griegos, colgados- decía- de un hilo podrido y viejo, queriendo significar a Antípatro. Estándole acusando de este crimen Dinarco de Corinto, se irritó Casandro de tal manera, que le mató a un hijo en sus propios brazos, y en seguida dio orden de que también le quitaran la vida, demostrando con estos grandes infortunios que las primeras víctimas de la infame venta de los traidores son ellos mismos, lo que no había querido creer, anunciándoselo Demóstenes muchas veces. Aquí tienes ¡oh Sosio! la vida de Demóstenes, tomada de lo que hemos leído o de lo que ha llegado a nuestros oídos.

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