12

Aunque todavía eran entonces ignorados de la muchedumbre los intentos de Catilina, no faltaron, sin embargo, grandes altercados y contiendas desde el principio del consulado de Cicerón. De una parte, los que por las leyes de Sila no podían ejercer autoridad, que no eran pocos ni carecían de influjo, al pedir las magistraturas hablaban al pueblo, acusando la tiranía de Sila, en gran parte con verdad y justicia, y querían hacer en el gobierno mudanzas que ni eran convenientes ni la sazón oportuna. De otra, los tribunos de la plebe proponían leyes análogas y por el mismo término, para crear decenviros con plena autoridad, haciéndolos árbitros en toda la Italia, toda la Siria y cuanto recientemente había sido adquirido por Pompeyo, para vender los terrenos públicos, juzgar libremente y sin sujeción, restituir los desterrados, fundar colonias, tomar caudales del Tesoro público y reclutar y mantener tropas en el número que necesitasen; por lo cual algunos de los principales ciudadanos se adherían a la ley, y el primero entre ellos Antonio, el colega de Cicerón, por esperar que había de ser uno de los diez. Parecía además que, sabedor de las novedades meditadas por Catilina, no le desagradaban por sus muchas deudas, que era lo que principalmente hacía temer a los amantes del bien; y esto fue lo primero que acudió a remediar Cicerón. Porque a aquel le decretaron en la distribución de las provincias la Macedonia, y habiendo adjudicado a Cicerón la Galia, la renunció; con este favor se atrajo a Antonio para que, como actor asalariado, hiciera el segundo papel en la salvación de la patria. Cuando ya éste quedó así sujeto y dócil, cobrando Cicerón mayores bríos, se opuso de frente a los innovadores; e impugnando, y en cierta manera acusando en el Senado la ley, de tal modo aterró a los que querían hacerla pasar, que no se atrevieron a contradecirle. Hicieron nueva tentativa, y como, yendo prevenidos, citasen a los cónsules ante el pueblo, no por eso se acobardó Cicerón, sino que ordenó que le siguiese el Senado, y presentándose en la junta pública, además de conseguir que se desechara la ley, hizo que los tribunos desistieran de otros planes. ¡De tal modo los confundió con su discurso!

Share on Twitter Share on Facebook