14

La sedición de Catilina, que al principio había sido contenida y acobardada, cobró de nuevo ánimo, reuniéndose los conjurados y exhortándose a tomar con viveza la empresa antes que llegara Pompeyo, de quien ya se decía que volvía con el ejército. Inflamaban principalmente a Catilina los soldados viejos del tiempo de Sila, que andaban fugitivos por toda la Italia, y esparcidos el mayor número de ellos y los más belicosos por las ciudades de Toscana, no soñaban en otra cosa que en volver a los robos y saqueos. Estos, pues, teniendo por caudillo a Manlio, que había sido uno de los que con más gloria habían militado bajo las órdenes de Sila, se unieron a la conjuración de Catilina y se presentaron en Roma a ayudarle en los comicios consulares. Porque pedía otra vez el Consulado, teniendo resuelto dar muerte a Cicerón en medio del tumulto de los comicios. Parecía que hasta los dioses anunciaban de antemano lo que iba a suceder con terremotos, truenos y fantasmas. Las denuncias de los hombres bien eran ciertas; pero todavía no podían darse a luz contra un hombre tan ilustre y poderoso como Catilina. Por tanto, dilatando Cicerón el día de los comicios, llamó a Catilina al Senado y le preguntó acerca de las voces que corrían. Éste, que juzgaba ser muchos en el Senado los que estaban por las novedades, poniéndose a mirar a los conjurados, dio tranquilamente a Cicerón esta respuesta: “¿Se podrá tener por cosa muy extraña, habiendo dos cuerpos, de los cuales el uno está flaco y moribundo, pero tiene cabeza, y el otro es fuerte y robusto, mas carece de ella, el que yo le ponga cabeza a éste?” Quería designar con estas expresiones enigmáticas al Senado y al pueblo, por lo que entró Cicerón en mayores recelos, y vistiéndose una coraza, todos los principales de la ciudad y muchos de los jóvenes le acompañaron desde su casa al campo de Marte. Llevaba de intento descubierta un poco la coraza, habiendo desatado la túnica por los hombros, a fin de dar a entender a los que le viesen el peligro. Indignados con esto, se le pusieron alrededor, y, por fin, hecha la votación, excluyeron por segunda vez a Catilina y designaron cónsules a Silano y Murena.

Share on Twitter Share on Facebook