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Particularmente entre Anacarsis y Solón, y también entre Tales y éste, se refieren los encuentros y coloquios siguientes. Cuéntase, pues, que Anacarsis, habiendo ido a Atenas, se dirigió a casa de Solón, y llamando a la puerta, dijo que había venido allí para contraer amistad y hospedaje con él; y respondiéndole Solón que en su casa es donde es mejor contraer amistades, le había replicado Anacarsis: “¿Pues por qué tú que estás en tu casa no harás amistad y hospedaje conmigo?”, con lo que, admirando Solón el ingenio de aquel extranjero, le había recibido con gran agasajo y le había tenido algún tiempo en su casa, cuando ya él entendía en los negocios públicos y estaba ordenando sus leyes. Supo esto Anacarsis, y se rió del cuidado de Solón y de que pudiera pensar que contendría las injusticias y codicias de los ciudadanos con los vínculos de las leyes, que decía no se diferenciaban de las telas de araña, sino que, como éstas, enredaban y detenían a los débiles y flacos que con ellas chocaban, pero eran despedazadas por los poderosos y los ricos. A esto se dice haber contestado Solón que los hombres guardan los contratos cuando no tiene interés en quebrantarlos ninguna de las partes, y él había de tal modo unido las leyes con los intereses de los ciudadanos, que todos conocían estarles mucho mejor que quebrantarlas el obrar con justicia; pero el éxito fue más conforme con la conjetura de Anacarsis que con las esperanzas de Solón. Dícese también que Anacarsis, habiéndose encontrado en una junta pública, se había maravillado de que entre los Griegos el hablar es la parte de los sabios y el juzgar la de los necios.

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