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De todo esto era causa su vanidad, y también de que, acalorado en el decir, se olvidara a veces del decoro. Porque defendió en una ocasión a Munacio, y como éste, después de absuelto, persiguiese a un amigo de Cicerón llamado Sabino, se dejó arrebatar de la cólera hasta el punto de decir: “¿La absolución de aquella causa ¡oh Munacio! la conseguiste tú por ti, o porque yo cubrí de sombras la luz ante los jueces?” Elogiando a Marco Craso en la tribuna con grande aplauso del pueblo, al cabo de algunos días le maltrató en el mismo sitio; y como aquel dijese: “¿Pues no me alabaste poco ha?” “Sí- repuso-; pero fue para ejercitar la elocuencia en una mala causa”. Dijo Craso en una ocasión que en Roma ninguno de los Crasos había alargado su vida más allá de los sesenta años; y como después lo negase con esta expresión: “Yo no sé en qué pude pensar cuando tal dije”. “Sabías- él replicó- que los romanos lo oían con gusto, y quisiste hacerte popular”. Dijo también Craso que le gustaban los estoicos por ser una de sus opiniones que el hombre sabio y bueno era rico: y “Mira no sea- le replicóporque dicen que todo es del sabio”, aludiendo a la opinión que de avaro tenía Craso. Parecíase uno de los hijos de éste a un tal Axio, y por esta, causa corrían rumores contrarios a la madre de trato de Axio, y como aquel joven hubiese recibido aplausos hablando en el Senado, preguntado Cicerón qué le parecía, respondió en griego, (que puede ser digno de Craso, o el Axio de Craso.)

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