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Mas es necedad, y pusilanimidad juntamente, privarse de la posesión de las cosas laudables o provechosas por el miedo de perderlas: porque de este modo no querría recibir el hombre la riqueza, o la gloria, o la sabiduría que se le presentara, temiendo ser privado de ellas; pues vemos que aun la virtud, con la que nada es comparable en placer y belleza, ha sido tal vez obliterada por enfermedades o con hierbas; ni Tales, en cuanto a este miedo, adelantaba nada con no casarse, a no ser que evitara también la posesión de los amigos, los deudos y la patria; y aun se dice haber tenido un hijo adoptivo, que le prohijó de una hermana, llamado Cibisto; y es que nuestra alma tiene en sí misma un principio de amor; y siéndole ingénito, así como el sentir, el discurrir y el acordarse, de la misma manera el amar, se entregan por tanto a un objeto que nada les toca aquellos a quienes les faltan los propios: así sucede que los extraños o no legítimos, cuando se entran en el cariño de un hombre afectuoso, como en una casa y posesión que carece de herederos propios, se apoderan de su ánimo, y juntamente con hacerse amar le infunden el desvelarse y temer por ellos. Vemos también hombres que hablan, acerca de casarse y tener hijos, cosas más duras de lo que la naturaleza lleva; y que estos mismos, por el hijo de un esclavo o el ahijado de una de sus mancebas que enfermó o se murió, manifiestan extraordinario dolor y prorrumpen en voces muy impropias; y aun algunos, por la muerte de un perro o de un caballo, han hecho vergonzosos extremos, y casi se han puesto a morir de sentimiento. Otros, por el contrario, en la muerte de hijos muy dignos no se han afligido inmoderadamente, ni han hecho nada indecoroso, y han continuado disfrutando con juicio de la vida: porque es la debilidad y no el amor lo que causa esos extremados pesares y temores en hombres que no están preparados por la razón contra la fortuna, los cuales no gozan de lo presente que desearon porque los agita lo futuro con pesares, con recelos y con sustos, por si serán privados de ello. Conviene, por tanto, no quedarse bien hallado en la pobreza por el recelo de verse privado de la hacienda, ni en la falta de amigos por la pérdida de ellos, ni en la vida célibe por la muerte de los hijos, sino haberse con juicio en todo; pero quizá esto es ya más que sobrado para este lugar.

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