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Tenía pensado, según se dice, escribir la historia romana, entretejiendo con ella gran parte de la griega y recogiendo todas las fábulas y relaciones que corrían; pero vinieron a impedírselo negocios y sucesos públicos y privados, de los cuales la mayor parte parece que se los atrajo por su gusto. Porque, en primer lugar, repudió a su mujer Terencia por no haber hecho cuenta de él durante la guerra, hasta el punto de haberle dejado marchar sin nada de lo que necesitaba para el viaje, y por no haberle dado muestras ningunas de aprecio y amor cuando regresó a Italia; pues habiéndose detenido mucho tiempo en Brindis no pasó a verle, y a la hija, cuando fue, no le dio para un camino tan largo las prevenciones y acompañamiento que eran correspondientes a una joven de su calidad, y sin embargo le dejó la casa vacía y desprovista de todo, sobre haber contraído muchas y grandes deudas, porque éstas fueron las causas más honestas que se pretextaron para este divorcio. Negábalas Terencia, y el mismo Cicerón fue quien mejor hizo su apología, casándose de allí a poco con una doncella, según Terencia lo hizo correr, prendado de su figura; pero según escribió Tirón, liberto de Cicerón, por mira de mejorar su casa y pagar sus deudas. Porque aquella joven era muy rica, y Cicerón, que tenía su herencia en fideicomiso, por este medio la conservó en su poder. Como debiese, pues, grandes sumas, sus amigos y deudos le indujeron a que en una edad ya impropia se casara con aquella mocita y se librara de los acreedores echando mano de sus bienes; pero Antonio, haciendo mención de este casamiento en sus oraciones contra las Filípicas, dice que echó de su lado a una mujer en cuya compañía se había hecho viejo, motejándole con gracia que había sido un hombre que se había estado metido en casa ocioso y sin hacer el servicio militar. Después de este casamiento, a poco tiempo de él, se le murió de sobreparto la hija casada con Léntulo, con quien se había enlazado después de la muerte de Pisón, su primer marido. Acudieron de todas partes los filósofos a dar consuelo a Cicerón, tan sentido por la muerte de la hija, que repudió a su nueva esposa por parecerle que se había alegrado de la muerte de Tulia.

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