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Enloquecido entonces y sacado de tino Cicerón, un anciano por aquel mozo, y engañado para que le ayudara en los comicios y le pusiera bien con el Senado, desde luego incurrió en la reprensión de sus amigos, y al poco tiempo conoció él mismo que se había perdido y había hecho traición a la libertad de la patria: porque luego que aquel joven vio tan acreditado su poder y se posesionó del consulado, al punto dio de mano a Cicerón, y hecho amigo de Antonio y Lépido, juntando en uno el poder de los tres, partió con ellos la autoridad como pudiera haber partido una posesión. Proscribieron de muerte sobre doscientos ciudadanos, siendo la proscripción de Cicerón la que produjo entre ellos los mayores altercados, por cuanto Antonio no se daba a partido si no moría el primero, Lépido se adhería a Antonio y César se oponía a ambos. Tuvieron ellos solos sobre esto juntas reservadas cerca de Bolonia por tres días, reuniéndose en un sitio próximo al campamento, cercado del río. Dícese que habiéndose César mantenido firme en la lid por Cicerón los dos primeros días, cedió por fin al tercero, abandonándole traidoramente. La composición y compensación fue de esta manera: César hizo el sacrificio de Cicerón, Lépido el de su hermano Paulo, y Antonio el de Lucio César, que era tío suyo de parte de madre. Hasta este punto la ira y el furor los hizo perder la razón, no dejando duda de que el hombre es la más cruel de todas las fieras, cuando a las pasiones se une el poder.

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