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Llegaron en esto los matadores, que eran el centurión Herenio y el tribuno Popilio, a quien había defendido Cicerón en causa de parricidio trayendo consigo algunos satélites. Como hubiesen encontrado cerradas las puertas, las quebrantaron, y no encontrando a Cicerón, ni dándoles noticia ninguna de él los que allí habían quedado, se refiere que un mozuelo, educado por Cicerón en las letras y ciencias liberales, y que era liberto de su hermano Quinto, llamado Filólogo, dijo al tribuno que la litera marchaba por las calles sombreadas con árboles hacia el mar, con lo que el tribuno dio a correr a tomar la salida; pero sintiendo a este tiempo Cicerón que Herenio se acercaba corriendo por el camino que llevaba, mandó a los esclavos que parasen allí la litera. Entonces, llevándose, como lo tenía de costumbre, la mano izquierda a la barba, miró de hito en hito a los matadores, teniendo el cabello crecido y desgreñado, y muy demudado el semblante con la demasiada agitación y angustia, de manera que los más se cubrieron el rostro al ir Herenio a darle el golpe fatal, y se le dio habiendo alargado el mismo Cicerón el cuello desde la litera. Tenía entonces la edad de sesenta y cuatro años. Cortóle por orden de Antonio la cabeza y las manos con que había escrito las Filipicas: porque Cicerón intituló Filípicas las oraciones que escribió contra Antonio, y hasta el día de hoy aquellas oraciones conservan este nombre.

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