Era sumamente amante de su padre, y con la atención y cuidado que prestaba a la madre daba seguras pruebas de que honraba al padre más bien por verdadero amor que por lisonjear su poder. Estaba un día Antígono ocupado en dar audiencia a unos embajadores, y llegando a este tiempo Demetrio de la caza, se acercó al padre y le besó armado como estaba, sentándose a su lado. Antígono, entonces, saludando en voz alta a los embajadores, a quienes ya había respondido, “También podréis- les dijo- anunciar lo que en nosotros habéis visto en orden a la unión en que vivimos” queriendo significar que la concordia y confianza entre él y el hijo daba gran fuerza a su reinado y era una demostración de su poder. Porque estando generalmente el imperio reñido con la comunicación, y lleno de desconfianza y discordia, tenía a gran dicha el mayor y más anciano de los sucesores de Alejandro estar tan distante de temer a su hijo, que éste, armado de lanza, se llegaba muy cerca de su persona. Mas también puede asegurarse que sola esta casa se conservó por muchas generaciones exenta de estos males, o por mejor decir, que sólo uno de los descendientes de Antígono, que fue Filipo, dio muerte a su hijo; pero casi todas las demás familias cuentan muchas muertes, de hijos, de madres y de mujeres, pues el matar a los hermanos, a la manera de los axiomas de geometría, pasaba también por axioma recibido en las familias reales para la seguridad.