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Como en los elementos de Empédocles, por la pugna y amistad, hay contienda y guerra de unos con otros, y más entre los que están más cerca y que más se tocan, de la misma manera la continua guerra que había entre los sucesores de Alejandro, la proximidad de intereses y la vecindad de los lugares la hacía más manifiesta, y la avivaba más en cuanto a algunos de ellos, como le sucedió a Antígono con Tolomeo. Hallábase Antígono en la Frigia, y habiendo oído que Tolomeo, pasando desde Chipre, talaba la Siria e iba trayendo o sujetando las ciudades, envió contra él a su hijo Demetrio, de edad de veintidós años, que entonces por la primera vez se puso a mandar un ejército para una grande y peligrosa empresa. Sucedió lo que era natural, habiéndolas un joven inexperto con un atleta de los ejercitados en la palestra de Alejandro, vencedor en muchos y muy grandes combates: porque fue vencido junto a la ciudad de Gaza, teniendo ocho mil cautivos y cinco mil muertos. Perdió además la tienda, los caudales y, en fin, hasta la servidumbre toda que cuidaba de su persona. Mas esto se lo devolvió Tolomeo juntamente con sus amigos, enviándole este humano mensaje: que la guerra entre ellos no había de ser por cuanto tenían, sino por la gloria y el mando. Recibiólo Demetrio, mas pidió a los dioses no permitieran que fuese por largo tiempo deudor a Tolomeo de este beneficio, sino que le dieran poderlo pagar cuanto antes; y conduciéndose más bien como un general firme y constante, acostumbrado a esperar la mudanza de la suerte, que como un joven humillado al primer encuentro, se dedicó a reclutar gente y prevenir armas, manteniendo en la fe a las ciudades y ejercitando las tropas.

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