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Hacía guerra a los Rodios por ser aliados de Tolomeo, y arrimó a los muros la mayor de sus helépolis cuya base era cuadrada, y cada lado tenía de latitud cuarenta y ocho codos, siendo toda su altura de sesenta y seis, y viniendo los lados a parar en un techado más angosto que la base. Por dentro estaba asegurada con diferentes enmaderados y repartida en divisiones. El frente que miraba a los enemigos estaba abierto, habiendo en cada piso sus ventanas, por las que se lanzaban armas arrojadizas de toda especie: porque estaba llena de hombres ejercitados en toda suerte de combates, y con no bambolearse ni inclinarse con los sacudimientos, sino ser llevada siempre derecha y en equilibrio con gran ruido e ímpetu, en los espíritus causaba miedo, y al mismo tiempo hacía cierta gracia a los ojos de los que la miraban. Trajéronle de Chipre para esta misma guerra dos corazas de hierro de peso cada una de cuarenta libras, y queriendo su artífice Zoilo hacer ver la impenetrabilidad y resistencia de ellas, propuso que, con una catapulta le lanzaran un dardo a veintiséis pasos; y hecho así no fue pasado el hierro, y sólo recibió una ligera impresión como si se hubiera hecho con un punzón. Esta era la que él llevaba, y la otra Álcimo, natural del Epiro, varón el más belicoso y de mayores fuerzas de cuantos tenía consigo: como que él solo usaba de una armadura de dos talentos de peso, cuando las de los demás eran de uno, éste, peleando en Rodas, murió junto al teatro.

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