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Defendiéronse con valor los Rodios, y aunque no ejecutó Demetrio cosa digna de referirse, les hacía, sin embargo, obstinadamente la guerra: porque enviándole File, su mujer, cartas, alfombras y ropas, apresaron el barco como estaba y lo enviaron a Tolomeo, no imitando la humanidad en caso igual de los Atenienses, los cuales, estando en guerra con Filipo, cogieron a unos portadores de cartas, y leyendo las demás, solamente no abrieron la de Olimpíade, sino que, sellada como estaba, la remitieron a Filipo. Mas aun a pesar de estar tan vivamente ofendido Demetrio de los Rodios, cuando tuvo ocasión oportuna no le sufrió el corazón vengarse de ellos. Porque hizo la casualidad que Protogenes de Cauno estaba pintando su cuadro de Iáliso, y cuando estaba ya casi para concluirse, lo ocupó Demetrio en uno de los arrabales. Enviáronle los Rodios un heraldo para pedirle que tuviera consideración y no destruyera aquella obra; a lo que él respondió que antes quemaría los retratos de su padre que un trabajo del arte como aquel: porque se dice que gastó Protogenes siete años en acabar aquella pintura. Dícese así mismo que al ver Apeles aquella obra se quedó tan pasmado que le faltó la voz, y al cabo de rato expresó: “¡Gran trabajo!¡Admirable obra! Pero no tiene aquellas gracias por las que mis pinturas tocan al cielo”. Colocado más adelante este cuadro con otros muchos en Roma, fue abrasado en un incendio. Resistían fuertemente los Rodios en aquella guerra y deseando Demetrio algún decente pretexto, los Atenienses que allá acudieron le proporcionaron hacer la paz, sin otra condición que la de haber de dar los Rodios auxilios a Antígono y Demetrio, como no fuera contra Tolomeo.

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