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Libre Atenas de la inquietud de los Cilonenses con el destierro de los excomulgados, como se ha dicho, volvió a sus sediciones antiguas sobre gobierno, dividida el Ática en tantas facciones cuantas eran las diferencias del territorio: porque la gente de las montañas era inclinada a la democracia: la de la campiña propendía más a la oligarquía, y los litorales, que formaban una tercera división, estando por un gobierno mixto y medio entre ambos, eran un estorbo para que venciesen los unos a los otros. Entonces fue también cuando la disensión entre los pobres y los ricos llegó a lo sumo, poniendo a la ciudad en una situación sumamente delicada; tanto, que parecía que sólo podía volver de la turbación a la tranquilidad y al sosiego por medio de la dominación de uno solo, porque el pueblo todo era deudor esclavizado a los ricos, pues o cultivaban para éstos, pagándoles el sexto, por lo que les llamaban partisextos y jornaleros, o tomando prestado sobre las personas quedaban sujetos a los logreros, unos sirviéndolos, y otros siendo vendidos en tierra forastera. Muchos había que se veían precisados vender sus hijos, pues no había ley que lo prohibiera, a abandonar la patria por la dureza de los acreedores. La mayor parte, y los más robustos, se reunían, y se exhortaban unos a otros a no mirar con indiferencia semejantes vejaciones, sino más bien elegir un caudillo de su confianza, sacar de angustia a los que estaban ya citados por sus deudas, obligar a que se hiciera nuevo repartimiento de tierras, y mudar enteramente el gobierno.

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