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Demetrio, constituido en tan infeliz estado, escribió al hijo y a sus caudillos y amigos residentes en Atenas y en Corinto que no dieran crédito ni a sus cartas ni a su sello, sino que, como si hubiera muerto, tuvieran en custodia las ciudades y cuanto le pertenecía para Antígono. Éste, cuando supo la cautividad del padre, la sintió con el mayor dolor, se vistió de luto y escribió a los demás reyes y al mismo Seleuco, haciéndoles ruegos, ofreciendo darles cuanto le quedaba y mostrándose pronto a entregarse en rehenes por la libertad del padre; a estas súplicas acompañaban las de muchas ciudades y personas poderosas, a excepción de Lisímaco, el cual envió quien ofreciera crecidas sumas a Seleuco por que diera la muerte a Demetrio. Mas Seleuco, que ya lo miraba mal, con esto aun lo tuvo por más abominable y bárbaro; pero reservando a Demetrio para su hijo Antíoco y para Estratonica, a fin de que la gracia fuera de éstos, iba prolongando el tiempo.

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