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Habiendo de partir para la guerra, tomó una corona del olivo sagrado, y llenando, según cierto oráculo, un odre lleno de agua de la Clepsidra, lo llevó también consigo. En esto, cargando Ventidio sobre Pácoro, hijo del rey, que de nuevo invadía la Siria con un poderoso ejército, le derrotó en la región Cirréstica, con gran matanza de los enemigos, siendo Pácoro uno de los primeros que murieron. Este suceso, entre los más celebrados de los Romanos, dio a éstos la más completa satisfacción por los infortunios de Craso y encerró otra vez dentro de los términos de la Media y la Mesopotamia a los Partos, vencidos tres veces consecutivas en batalla campal. Contúvose Ventidio de seguirles más lejos el alcance por temor de la envidia de Antonio; mas sojuzgó a todos los que se habían rebelado, y cercó a Antíoco Comagenes en la ciudad de Samosata. Proponiéndole éste que entregaría mil talentos y quedaría a las órdenes de Antonio, le mandó acudiera a Antonio mismo, el cual ya se hallaba cerca, y no permitía que Ventidio concluyera el tratado con Antíoco, queriendo que este acto tomara de él el nombre, y no sonara todo hecho por Ventidio. Prolongábase el sitio, y los de adentro, luego que desconfiaron de la paz, se defendían vigorosamente; por lo que, viendo Antonio que nada adelantaba, avergonzado y arrepentido a un tiempo, se dio por contento de concluir el tratado con Antíoco en trescientos talentos. Arregló enseguida en la Siria algunos negocios y, regresando a Atenas, dispensó a Ventidio los honores que le eran debidos, y lo envió a obtener los del triunfo. Hasta ahora éste es el único que hubiese triunfado de los Partos: hombre de nacimiento oscuro, y que sólo debió a la amistad de Antonio la ocasión de emprender grandes hazañas; con lo que se confirmó lo que se decía de Antonio y de César: que eran más afortunados mandando por medio de otros que por sí mismos, pues también Sosio, general de Antonio, se distinguió por sus hechos en la Siria, y Canidio, a quien había dejado por su lugarteniente en la Armenia, venciendo a los de esta región y a los reyes de los Iberes y los Albanos, había llegado hasta el Cáucaso, con lo que el nombre y fama del poder de Antonio se habían difundido entre aquellos bárbaros.

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