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Indispuesto de nuevo contra César por algunos chismes, navegó con trescientas galeras a la Italia, y no habiéndole querido recibir los de Brindis, se dirigió a Tarento. Navegaba con él desde la Grecia Octavia, que se hallaba a la sazón encinta, y había dado antes a luz otra niña. Rogóle, pues, ésta que la enviara a tratar con el hermano; y habiéndose hallado en el camino con César, a quien acompañaban sus amigos Agripa y Mecenas, se lamentó mucho con ellos, y les hizo repetidos ruegos sobre que no la abandonaran en ocasión que de la más dichosa había venido a ser la más infeliz de las mujeres. “Porque ahora- decíatodos me tienen la mayor consideración por ser mujer y hermana de los emperadores; pero si las cosas paran en mal y se rompe la guerra, en cuanto a vosotros es incierto a quién tiene prescrito el hado el vencer o ser vencido; cuando para mí lo uno y lo otro es miserable y triste”. Vencido César con estas razones, se encaminó de paz a Tarento, donde gozaron los habitantes del magnífico espectáculo de ver en tierra un numeroso ejército, muchas naves surtas en el puerto y los recibimientos y abrazos recíprocos de unos y otros. Túvolos el primero a cenar Antonio, concediendo también esto César al amor de la hermana. Convínose entre ellos que César daría a Antonio dos legiones para la guerra Pártica, y Antonio a César cien naves bronceadas; y Octavia sobre esto recabó del marido veinte buques menores para el hermano, y mil soldados más de éste para aquel. Terminada así su desavenencia, César al punto se dirigió a Sicilia a la guerra contra Pompeyo, y Antonio, encomendándole a Octavia con los hijos habidos de ella y los que tenía de Fulvia, se dio a la vela para el Asia.

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