Cuando Octavia volvió de Atenas, mirándola César como despreciada y ofendida, le dio orden de que se fuese a vivir a su casa; pero ella le respondió que no dejaría la del marido, y rogaba al hermano que si no había determinado hacer la guerra a Antonio por otra causa, no hiciese alto en sus querellas, pues ni siquiera era decente que se dijese de los dos mayores generales que el uno por el amor de una mujer y el otro por celos, habían introducido la guerra civil entre los Romanos. Y esto que decía lo confirmaba con las obras; porque ocupaba la casa de Antonio como si éste se hallara presente, y cuidaba con la mayor diligencia y decoro, no sólo de los hijos que en ella misma había tenido, sino de los que había tenido en Fulvia, y si venían algunos amigos recomendados por Antonio para las magistraturas o por otros negocios, los recibía con aprecio y los protegía en lo que deseaban obtener de César. Mas sucedía que con esto mismo perjudicaba más, contra su intención a Antonio; pues que era aborrecido por tratar mal a una mujer tan envidiable, y lo era además por el repartimiento que en Alejandría hizo a los hijos, y que pareció teatral, orgulloso y antirromano. Porque introdujo un gran gentío en el Gimnasio, donde sobre una gradería de plata hizo poner dos tronos de oro, uno para él y otro para Cleopatra, y otros más pequeños para los hijos. De allí, en primer lugar proclamó a Cleopatra reina del Egipto, de Chipre, del África y de la Siria inferior, reinando en unión con ella Cesarión, el cual era tenido por hijo de César el Dictador, que había dejado a Cleopatra encinta. En segundo lugar, dando a los hijos nacidos de él y de Cleopatra el dictado de reyes, a Alejandro le adjudicó la Armenia, la Media y el reino de los Partos para cuando fuesen sojuzgados, y a Tolomeo la Fenicia, la Siria y la Cilicia. Al mismo tiempo, de los hijos presentó a Alejandro en traje medo, llevando la tiara derecha, a la que llaman también cítaris, y a Tolomeo adornado con el calzado, el manto y el sombrero con diadema, que es el ornato de los reyes sucesores de Alejandro, así como aquel lo es de los Medos y los Armenios. Luego que los hijos saludaron con ósculo a los padres, al uno se le puso guardia de Armenios y al otro de Macedonios. Porque Cleopatra ya entonces, y siempre en adelante, no salía en público sino con la ropa sagrada de Isis, y como una nueva Isis daba oráculos.