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Queriendo Octavia navegar desde Roma a unirse con Antonio, se lo permitió César; los más creen que no por condescender con su deseo, sino para que, desatendida y abandonada, diera causa justa para la guerra. Llegada a Atenas, recibió carta de Antonio en que le daba orden de permanecer allí, hablándole de la expedición. Sintiólo Octavia, y no dejó de conocer el pretexto; pero, con todo, le escribió, preguntándole adónde quería que le enviase los efectos que le traía: eran gran copia de vestuario para los soldados, muchas acémilas, caudales y regalos para los caudillos y amigos que tenía a su lado, y fuera de esto, dos mil soldados escogidos para las cohortes pretorianas, equipados de las más primorosas armaduras. Dióle de esto noticia, enviado al efecto por ella, un tal Níger, amigo de Antonio, el que añadió los más completos como los más debidos elogios. Mas llegó a entender Cleopatra que Octavia iba a ponerse en contraposición con ella, y temerosa de que, uniendo a la gravedad de sus costumbres y al poder de César la dulzura del trato y la complacencia a voluntad de Antonio, se le hiciera invencible y del todo se apoderara de éste, fingió que estaba perdida de amores por Antonio; y para ello debilitaba el cuerpo con tomar escaso alimento, y en su presencia ponía la vista como espantada, y cuando se apartaba de ella, caída y triste. Hacía de modo que muchas veces se la viera llorar, y de repente se limpiaba y ocultaba las lágrimas, como que no quería que él lo advirtiese. Usaba de todas estas simulaciones cuando Antonio estaba para partir de la Siria al punto convenido con el rey de los Medos, y los aduladores, interesados por ella, motejaban a Antonio de duro e insensible, porque iba a acabar con una pobre mujer que en él solo tenía puestos sus sentidos; porque Octavia había venido con motivo de los negocios, enviada del hermano, y ya disfrutaba del nombre de legítima mujer, mientras que Cleopatra, reina de tantos pueblos, se contentaba con llamarse la amante de Antonio, y no tenía a menos o desdeñaba este nombre mientras veía a éste y le tenía a su lado; y luego que se mirase abandonada, era seguro que no sobreviviría. Finalmente, de tal manera le ablandaron y afeminaron que, por temor de que Cleopatra se dejase morir, se volvió a Alejandría y dio largas al rey de los Medos hasta el verano, sin embargo de decirse que había entre los Partos sediciones y alborotos. Con todo, habiendo subido después, trabó amistad con él, y tomando para mujer de uno de los hijos de Cleopatra a una de las hijas del mismo rey, que todavía era muy niña, volvió con esta afinidad cuando ya iba a entrar en la guerra civil.

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