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Como viese que la ciudad se iba llenando cada día de hombres atraídos de todas partes al Ática por la seguridad; que la mayor parte del terreno era ingrato y estéril, y que la gente de mar nada solía introducir para los que nada tenían que darles en retorno, inclinó a los ciudadanos al ejercicio de las artes, e hizo ley sobre que el hijo a quien no se hubiese enseñado oficio no estuviese obligado a alimentar a su padre. Porque a Licurgo, que habitaba una ciudad limpia de toda canalla forastera, con un territorio suficiente para muchos, más de doble para cuantos eran, según expresión de Eurípides, y con la muchedumbre de Hilotas difundida por toda la Lacedemonia, a la que era conveniente abatir, quebrantándola con el trabajo, en lugar de dejarle tiempo para el recreo, le estuvo muy bien, apartando a sus ciudadanos de las ocupaciones trabajosas y mecánicas, tenerlos sobre las armas, aprendiendo y ejercitando esta sola arte. Mas Solón, acomodando antes las leyes a las cosas que éstas a las leyes, como observase que el territorio, por su calidad, apenas bastaba para proveer de lo necesario a sus cultivadores, lejos de que pudiese mantener a una muchedumbre ociosa y desocupada, concilió estimación a las artes y encargó al Areópago que velase sobre el modo con que cada uno ganaba su vida y castigase a los holgazanes. Era todavía más fuerte el que no impuso tampoco la obligación de alimentar a sus padres a los hijos tenidos en manceba, como refiere Heraclides Póntico, porque el que en el matrimonio desatiende lo honesto, está claro que más toma mujer para deleite que para la procreación, así él mismo se priva del premio y no le queda arbitrio para quejarse de unos hijos para quienes su mismo nacimiento es una afrenta.

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