Dejó Antonio de tres mujeres siete hijos, de los cuales a sólo Atilo, que era el mayor, hizo dar muerte César. De los demás se encargó Octavia, y los crió con los suyos propios; y a Cleopatra, tenida en Cleopatra, la casó con Juba, el más culto de todos los reyes: a Antonio, hijo de Fulvia, lo hizo tan grande, que para con César el primer lugar lo tenía Agripa; el segundo, los hijos de Libia, y el tercero, parecía ser, y era realmente, de Antonio. Teniendo Octavia de Marcelo dos hijas y un hijo del mismo nombre, a éste lo hizo César hijo y yerno a un tiempo, y de las hijas dio la una en matrimonio a Agripa. Murió Marcelo muy poco después de este matrimonio, y no viéndose disposición de que entre los otros amigos suyos eligiera César yerno de su confianza, le hizo presente Octavia que sería lo mejor casase Agripa con la hija de César, dejando la suya. Abrazando primero el pensamiento César, y después Agripa, recogió Octavia su hija y la casó con Antonio, y Agripa casó con la de César. Habiendo quedado dos hijas de Antonio y Octavia, tomó en mujer la una Domicio Enobarbo, y la otra, llamada Antonia, muy celebrada por su honestidad y belleza, Druso, hijo de Livia y entenado de César. De este matrimonio fueron hijos Germánico y Claudio, de los cuales éste fue emperador más adelante. De los hijos de Germánico, a Gayo, habiendo imperado infamemente por corto tiempo, le dieron muerte, juntamente con su hija y su mujer. Agripina, que de Enobarbo tuvo en hijo a Lucio Domicio, casó en segundas nupcias con Claudio César; y habiendo éste adoptado al hijo que aquella tenía, le llamó Nerón Germánico, el cual, habiendo imperado en nuestro tiempo, dio muerte a su propia madre, y estuvo en muy poco que por necedad y locura no acabase con el imperio romano, habiendo sido el quinto desde Antonio, según el orden de la sucesión.