Pues que experimentaron ambos grandes mudanzas, examinemos primero lo relativo a su poder, a. su lustre y dignidad: porque en el uno fueron hereditarios, y lo precedieron, habiendo sido Antígono el que más poder alcanzó entre los sucesores de Alejandro: como que antes de hallarse Demetrio en edad crecida, había ya recorrido y sujetado la mayor parte del Asia, mientras que Antonio, siendo hijo de un padre apreciable por otra parte, pero que no tenía nada de militar, ni por este término le transmitió gloria alguna, tuvo la osadía de introducirse en el imperio de César, sin tener con él deudo ninguno de parentesco, y se constituyó a sí mismo en sucesor de lo que aquel había trabajado y adquirido; habiendo subido a tanto su poder, sin otros medios que los que por sí tuvo, que, siendo dos las partes que se hicieron de todo el imperio, se tomó y arrogó la una, la más brillante de ellas, y con hallarse ausente, por mano de solos sus ministros y lugartenientes, venció muchas veces a los Partos e hizo retirar hasta el Mar Caspio a las naciones bárbaras del Cáucaso. Dan testimonio de su poder hasta aquellas cosas mismas de que se hace uso para desacreditarle; porque a Demetrio fue el padre quien tomó el empeño de darle por mujer a File, hija de Antípatro, que le excedía en edad, por creer que era la que más lo convenía, y en Antonio se miraba como cosa de menos valer el matrimonio con Cleopatra, mujer que sobrepujaba en poder y en esplendor a todos los reyes de su tiempo, si se exceptúa Arsaces; y es que se hizo a sí misino tan grande, que para los otros era digno de mayores honras que las que quería.