Ambos decayeron de su alta fortuna por culpa propia, aunque no de la misma manera, sino el uno abandonado porque le hicieron deserción los Macedonios, y el otro abandonado porque huyó de la batalla, dejando en ella a los que por él peleaban: de manera que el cargo del uno es haber hecho desobedientes a sus soldados, y el otro haber perdido voluntariamente tan grande amor y lealtad. Por lo que hace a la muerte, no es de alabar la de ninguno de los dos; pero es más reprensible la de Demetrio, porque no tuvo inconveniente en reducirse al estado de cautivo, y reputó a ganancia el estar preso tres años, sirviendo sólo al vino y a la gula, como los animales, al paso que Antonio, aunque fue de un modo cobarde, lastimoso y poco noble, por fin se quitó la vida antes que sufrir que su cuerpo cayera en poder de su enemigo.