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Así como decía Simónides ¡oh Socio Seneción! que Troya no estaba mal con los Corintios porque le hubiesen hecho guerra con los Griegos, pues que Glauco, Corintio de origen, había sido en su auxilio, de la misma manera no deberán quejarse de la Academia ni los Romanos ni los Griegos, pues que van a tener igual parte en este escrito, que contendrá las vidas de Bruto y de Dion. Como de ellos éste hubiese oído al mismo Platón, y aquel hubiese sido instruido en sus doctrinas, ambos, saliendo de una misma palestra, se arrojaron a los mayores certámenes. No es de extrañar, pues, que, habiendo sido muy semejantes, y casi puede decirse hermanas, sus acciones, hayan acreditado de cierta la sentencia de aquel su adiestrador a la virtud, cuando decía que es necesario que el poder y la fortuna concurran en uno con la prudencia y, la justicia para que las empresas políticas lleguen a ser grandes e ilustres. Porque así como Hipómaco, el director de palestra, decía que a los que en la suya se habían ejercitado los conocía de lejos en el aire del cuerpo aun cuando los veía llevar carne de la plaza, es natural de la misma manera que la razón presida con igualdad a las acciones de los que han sido de un mismo modo educados, poniendo en ellas justamente con la decencia apropiada a cada caso cierta uniformidad y concordia.

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