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Llegado el caso de que lo oyese, el filósofo habló en general de la virtud y trató después largamente de la fortaleza, para probar que los tiranos de todo tienen más que de fuertes; y como, convirtiendo luego su discurso a la justicia, hiciese ver que sólo es vida feliz la de los justos, y la de los injustos infeliz y miserable, no pudo ya el tirano aguantar aquellos discursos, creyéndose reprendido, y se incomodó con los que se hallaban presentes, porque le oían con admiración y se mostraban encantados de su doctrina. Por último, irritado, le preguntó con enfado qué era lo que quería con su venida a Sicilia; y como le respondiese que buscaba un hombre de bien, le replicó el tirano: “Pues a fe que parece que todavía no lo has encontrado.” Creyó Dion que el enojo no pasaría más adelante, y se dio prisa a acompañar a Platón a una galera que conducía a la Grecia al espartano Polis; pero Dionisio había enviado reservadamente quien rogara a Polis, como objeto principal, que diera muerte a Platón; y si esto no, que no dejara de venderlo, pues que ningún daño le haría, sino que, siendo justo, sería igualmente feliz en medio de la servidumbre. Dícese, por tanto, que Polis llevó a Platón a Egina y lo vendió, teniendo los Eginetas guerra con los Atenienses, y habiendo publicado por bando que el Ateniense que fuese hecho cautivo se vendiese en Egina. Mas no por esto fue Dion tenido de Dionisio en menor honor y aprecio, pues desempeñó embajadas muy importantes, enviado a los Cartagineses, y continuó siempre admirado en gran manera, sufriendo de él sólo Dionisio que le hablara con libertad y le dijera sin recelo lo que se le ofreciese, como se vio en la reprensión acerca de Gelón. Porque estaban, a lo que parece, haciendo mofa del reinado de Gelón, y como dijese el mismo Dionisio que había sido la risa de la Sicilia, los demás fingieron celebrar mucho el chiste; pero Dion, indignado: “Pues tú mandas- le dijo- porque a causa de Gelón tuvieron en ti confianza; pero por ti ya no la alcanzará ningún otro”; porque, en realidad, Gelón hizo ver el más bello espectáculo en una ciudad gobernada monárquicamente, y Dionisio el más feo y abominable.

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