Estando Platón en tan gran peligro, Arquitas, que lo llegó a entender, envió al punto una embajada y una galera de treinta remos, reclamándole de Dionisio, y haciendo a éste presente que no había pasado Platón a Siracusa sino en virtud de haberlos tomado a ellos por fiadores de su seguridad. Procuraba Dionisio excusar su enemistad contra Platón con banquetes y con otros obsequios que le hacía cuando estaba para despedirle, llegando hasta prorrumpir en esta expresión: “¿Podremos temer ¡oh Platón! que nos hagas graves y terribles recriminaciones con tus discípulos?”: a lo que, sonriéndose, “No permita Dios- le respondió- que en la Academia estemos tan faltos de asuntos que tratar que nos quede tiempo para hacer memoria de ti” Y con esto se dice que aquel le despidió; pero en verdad que no guarda gran consonancia con esta relación lo que el mismo Platón nos ha dado escrito.