Dirigióse primero a Egipto, y allí se detuvo, como lo dijo él mismo, Del Nilo en la anchurosa embocadura, y junto a la ribera de Canopo. Allí gastó cierto tiempo en filosofar con Psenofis de Heliópolis, y con Sonquis de Sais, los más sabios e instruidos de aquellos sacerdotes; y habiendo oído en las conferencias que con ellos tuvo la relación de la Atlántida, se propuso, como dice Platón, exponerla a los Griegos en un poema. Navegando de allí a Chipre, fue muy estimado de Filocipro, uno de los reyes de la isla, el cual habitaba una ciudad pequeña, fundada por Demofoonte el de Teseo en la ribera del río Clario, en un sitio, fuerte sí, pero áspero y estéril. Persuadióle, pues, Solón que trasladando la ciudad a la llanura inmediata la hiciese más extensa y agradable, y presenciándolo, tomó a su cuidado la fábrica y el adornarla lo posible para la conveniencia y para la seguridad, por lo cual eran muchos los habitantes que acudían a Filocipro, con envidia de los otros reyes. Agradecido éste por tanto, hizo a Solón la honra de que, llamándose antes la ciudad Epia, de su nombre se llamase Solos. Hace mención él mismo de esta fundación, porque saludando en sus elegías a Filocipro, le dice: Tú ahora en Solos reines largos años, y en pos de ti la habite tu linaje. A mi Cipris, de violas coronada, de esta isla bella en la ligera nave ileso y sin peligro me conduzca; y de la fundación en grato premio me dé que vuelva a ver la dulce patria.