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Alcanzada, pues, esta brillante victoria, los Siracusanos coronaron y dieron por prez a cada uno de los estipendiarios cien minas, y éstos coronaron a Dion con corona de oro. Bajaron en esto heraldos de Darte de Dionisio, trayendo a Dion cartas de las mujeres relacionadas con él. Había entre las cartas una con este sobrescrito: “A mi padre, de Hiparino”; porque éste era el nombre del hijo de Dion, aunque Timeo dice que, del de su madre, Áreta, se llamaba Areteo; pero en estas cosas, más crédito debe darse, según entiendo, a Timónides, amigo y compañero de armas de Dion. Leyéronse a los Siracusanos las demás cartas, reducidas a quejas y ruegos de las que las enviaban; y aunque no querían permitir que se abriese en público la que se tenía por del hijo, porfió Dion y la abrió como las otras. Era, sin embargo, de Dionisio, quien, por lo que hace a la letra se dirigía a Dion; pero en el contenido a los Siracusanos; y con apariencia de ruego y de justificación, se encaminaba a poner en mal a Dion. Porque contenía recuerdos de lo mucho que con tanto celo había hecho en favor de la tiranía; amenaza contra las personas que le eran más caras, la hermana, el hijo y la mujer, graves protestas mezcladas con lamentos, y, además, que fue lo que sobre todo le alteró, la propuesta que no destruyese, sino que tomase para sí la tiranía; ni diese la libertad a unos hombres que le aborrecían y le guardaban enemiga, sino que se quedase mandando para dar a sus deudos seguridad.

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