Había en Siracusa un cierto Sosis, que tenía nombre entre los Siracusanos por su maldad y su insolencia, estando creído que el colmo de la libertad se cifraba en llevar hasta el último punto la osadía. Tratando, pues, de perder a Dion, lo primero que hizo fue levantarse en la junta pública y reconvenir agriamente a los Siracusanos de que no advirtiesen que, por librarse de una tiranía necia y soñolienta, se habían entregado a un déspota vigilante y sobrio; mostrándose después más abiertamente enemigo declarado de Dion, por entonces se retiró de la plaza, pero al día siguiente se le vio correr por la ciudad desnudo, bañadas la cabeza y la cara en sangre, como si huyera de algunos que le perseguían. Presentóse en esta disposición en la plaza, diciendo que los soldados estipendiarios de Dion le habían acometido, y mostró la cabeza lastimada; con lo que tuvo a muchos que tomaron parte en sus quejas y que levantaron el grito contra Dion, clamando que su proceder era violento y tiránico si con asesinatos y peligros quitaba a los ciudadanos el poder manifestar libremente su opinión. Con todo, reunida la junta pública, aunque en confusión y desorden, se presentó Dion a hacer su defensa, y manifestó que Sosis era hermano de uno de los soldados de Dionisio, y que a su instigación había querido conmover y alborotar la ciudad, no quedándole ya a Dionisio otro camino de salvarse que el de introducir la desconfianza y discordia entre los ciudadanos. Al mismo tiempo, habiendo registrado los cirujanos la herida de Sosis, encontraron que era puramente superficial, y no hecha con impresión extraña que le hiciera penetrar, porque las heridas de espada tienen mayor profundidad por en medio, y la de Sosis era ligera por igual, teniendo muchos principios, como era natural en quien por el dolor aflojaba, y luego volvía a querer continuar. Llegaron también a este tiempo a la junta algunos ciudadanos de crédito trayendo una navaja, y exponiendo que yendo por la calle se habían encontrado con Sosis bañado en sangre, y que decía a gritos que iba huyendo de los soldados de Dion, por quienes acababa de ser herido. Añadían que habiendo ido en busca de los agresores, no habían encontrado más que aquella navaja puesta en el hueco de una piedra, de la que habían visto venir corriendo a Sosis.