Como fuese ya con esto peligrosa la situación de Sosis, y aun se agregase la declaración de los de su casa, quienes atestiguaron que era todavía de noche cuando salió de ella solo con la navaja, los que culpaban a Dion se retiraron, y el pueblo, habiendo condenado a muerte a Sosis, mudó de modo de pensar en cuanto a Dion. Mas no por esto le eran menos sospechosos los soldados de éste, mayormente después que se habían dado diferentes combates navales contra el tirano; porque Filisto había venido de Yapigia con muchas galeras en auxilio de Dionisio, y como aquellos forasteros fuesen soldados de infantería, creían los Siracusanos que no podrían serles de provecho para aquella clase de guerra, sino que más bien los tendrían sumisos a sus órdenes, siendo ellos gente de mar y que sobrepujaban en esta especie de fuerza. Pero la suerte hizo que aun se les acrecentó a aquellos soldados el orgullo con la buena suerte que tuvieron en el mar, donde, venciendo a Filisto, le trataron cruel y bárbaramente; aunque Éforo dice que, tomada su nave, se quitó él a sí mismo la vida; pero Timónides, que desde el principio se encontró en todos estos sucesos con Dion, escribiendo al filósofo Espeusipo, dice que Filisto quedó cautivo de resultas de haber encallado en tierra su galera, y que, habiéndole quitado los Siracusanos la coraza y mostrándole desnudo, le hicieron diferentes insultos, siendo ya viejo; que después le cortaron la cabeza, y entregaron su cadáver a los muchachos, diciéndoles que lo arrastraran por la Acradina y lo arrojaran a las canteras. Timeo, para hacer que este insulto aparezca mayor, refiere que los muchachos ataron el cadáver de Filisto con una cuerda de la pierna coja, y lo arrastraron por la ciudad, haciendo grande escarnio todos los Siracusanos al ver arrastrado por una pierna a aquel que había dicho a Dionisio que no debía salir huyendo de la tiranía en un veloz caballo, sino sólo tirado por una pierna; aunque Éforo refiere esta expresión como dicha a Dionisio por otro, y no por el mismo Filisto.