Suscitáronse en la ausencia de Solón nuevos alborotos, estando al frente de los de la tierra llana Licurgo; de los litorales, Megacles de Alcmeón, y Pisístrato, de los de las montañas, en cuya facción se comprendía la turba jornalera, que era la más desafecta a los ricos: de manera que todavía regían en la ciudad las mismas leyes; pero se esperaban novedades en los negocios y se deseaba por todos nuevo trastorno, aguardando, no ya una igualdad, sino salir cada uno mejor librado en la mudanza, y dominar a los de los otros partidos. Vuelto Solón a Atenas cuando las cosas se hallaban en este estado, de todos recibió las mismas muestras de respeto y honor; mas para tratar y manejar los negocios públicos no se hallaba con el mismo poder y ardor a causa de su vejez, por lo que privadamente se dirigió a los jefes de los partidos con intento de deshacer éstos y de reconciliarlos, pareciéndole que, más que de los otros, sería escuchado de Pisístrato. Porque tenía gracia y afabilidad para el trato, era benéfico con los pobres y en las enemistades era suave y moderado. Aun aquellas dotes de que por naturaleza carecía, las imitaba de manera que parecían ser más suyas que las que realmente le asistían: así pasaba por hombre prudente y modesto, por amante de la igualdad y por opuesto a los que pudieran pensar en alterar el estado presente y promover novedades, de forma que engañó a muchos. Mas Solón luego conoció su índole, y fue el primero en prever sus ideas insidiosas; sin embargo, no se indispuso con él, sino que procuró ablandarle y corregirle, diciéndole a él mismo y a otros que si su alma se purgara del amor a la preferencia, y se curara del deseo de reinar, no habría ninguno ni más bien dispuesto para la virtud, ni mejor ciudadano. Comenzaba entonces Tespis a alterar la tragedia, de cuya novedad eran muchos atraídos, aunque todavía no había llegado a ser materia de contiendas y certámenes, y Solón, que por carácter era amigo de oír y aprender, y que en la vejez se había dado más todavía a la quietud, al estudio, a la música, y aun a los banquetes, asistió a un drama en que, como entre los antiguos era costumbre, representó el mismo Tespis. Acabado el espectáculo, saludó a éste y le preguntó cómo no se avergonzaba de haber acumulado tanta mentira; y como le respondiese éste que nada había de malo en que aquellas cosas se dijesen por entretenimiento, dando Solón un fuerte bastonazo en el suelo: “Pronto- repuso-, aplaudiendo y dando aprecio a este entretenimiento, nos hallaremos con él en nuestros negocios y contratos”.