Porque al principio, habiendo quitado del medio a Dion, logró hacerse ilustre y apoderarse de Siracusa, lo que participó a la misma ciudad de Atenas, a la que después de los dioses debía reverenciar y temer, habiéndose arrojado así a la maldad. Pero parece que es cierto lo que se dice, que aquella ciudad, si los hombres buenos se dan a la virtud, los produce excelentes, y si los malos siguen la senda del vicio, son los más perversos, así como su terreno da la miel más sabrosa y la cicuta más mortífera. Pero no por largo tiempo estuvo Calipo siendo una acusación de la fortuna y de los dioses, de que miraban con indiferencia a un hombre que había adquirido por medio de tal impiedad tan grande mando y tanto esplendor, porque muy presto pagó la pena merecida; habiendo intentado, en efecto, tomar a Catana, al punto perdió a Siracusa, de manera que se refiere haber dicho él mismo que había perdido una ciudad por tomar una raedera. Invadiendo después a Mesana, perdió a la mayor parte de los soldados, entre ellos los que habían dado muerte a Dion, y no queriendo recibirle ninguna ciudad de la Sicilia, sino antes aborreciéndole y desechándole todos, se acogió por último a Regio. Allí, pasándolo miserablemente, y no pudiendo asistir a las tropas asalariadas, fue muerto por Léptines y Polisperconte, que usaron casualmente del mismo sable con el que dicen haberlo sido Dion, conociéndolo en el tamaño, porque era corto como todos los de Esparta, y muy pulido y gracioso en su hechura; de este modo pagó Calipo su merecido. Por lo que hace a Aristómaca y Áreta, luego que fueron sueltas de la cárcel vinieron a poder de Hícetes de Siracusa, que había sido uno de los amigos de Dion, el que al principio dio muestras de ser fiel a la amistad y tratarlas con decoro: pero seducido, por último, de los enemigos de Dion, les previno una embarcación como para enviarlas al Peloponeso, y mandó que en la travesía las diesen muerte y las arrojasen al mar; y no falta quien diga que vivas las sumergieron, y al hijo con ellas. Pero también éste tuvo la pena que merecieron sus crímenes, porque él mismo fue muerto habiendo caído cautivo en poder de Timoleón, y a dos hijas suyas los Siracusanos las sacrificaron a Dion, de las cuales cosas en la vida de Timoleón se escribe circunstanciadamente.