Cuando ya la república estuvo dividida en dos parcialidades, habiendo tomado las armas Pompeyo y César, y el gobierno se puso en desorden, parecía cosa cierta que Bruto seguiría el partido de César, porque su padre había sido muerto poco antes por Pompeyo; pero, anteponiendo el interés común a los personales y propios, como juzgase que la causa de Pompeyo para la guerra era más justa que la de César, abrazó la de aquel; y eso que antes, cuando se encontraba con Pompeyo, ni siquiera lo saludaba, teniendo por grande abominación dar la palabra al matador de su padre; entonces, no obstante, se puso a sus órdenes, mirándole como caudillo de la patria, y pasó a Sicilia en calidad de legado de Sestio, a quien había cabido en suerte aquella provincia. Mas viendo que nada señalado podía hacerse allí, y que ya estaban al frente uno de otro Pompeyo y César para disputarse el mando de la república, partió para la Macedonia, deseoso de tener parte en la contienda; dícese que, contento y maravillado Pompeyo, cuando fue a presentársele se levantó de su asiento y le abrazó como a persona muy distinguida y aventajada en presencia de todos. En el ejército, las horas que no estaba al lado de Pompeyo las empleaba en escribir y en los libros, no sólo en el tiempo anterior, sino cuando ya se iba a dar la batalla de Farsalo. Era el rigor del verano y hacía un excesivo calor, estando acampados en un país pantanoso, y como no llegasen con tiempo los que le traían la tienda, fatigado con este incidente, apenas a mediodía pudo ungirse y comer un bocado, y mientras los demás dormían o tenían la atención puesta en lo que iba a suceder, él se detuvo escribiendo hasta la tarde, ocupado en ordenar un compendio de Polibio.