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Veía Bruto que pendía de él lo más excelente de Roma en saber, en linaje y en virtud, y se le representaba todo el peligro; mas con todo, fuera de casa procuraba encerrar dentro de sí mismo su cuidado y componer su semblante. Dentro de ella y por la noche ya no era lo mismo, sino que de una parte la grandeza del cuidado le descubría contra su voluntad durante el sueño, y de otra, embebido en la idea y agitado en dudas, no podía ocultar a su mujer, compañera de su lecho, que traía una inquietud desacostumbrada, y que revolvía en su ánimo algún proyecto peligroso y difícil. Era Porcia hija, como hemos dicho, de Catón, y se casó con ella Bruto, su primo, no de doncella, sino de viuda, cuando todavía era jovencita, muerto su primer marido, habiéndole quedado de éste un niño de corta edad llamado Bíbulo, del cual se conserva todavía hoy un librito con el título de Cosas memorables de Bruto. Siendo Porcia mujer dada a la filosofía, amante de su marido y llena de prudencia y, cordura, no se resolvió a preguntar a éste acerca de su secreto, sin haber hecho antes en sí misma la siguiente prueba. Tomó una navaja de aquellas con que los barberos cortan las uñas, y habiendo hecho retirar del dormitorio a todas las criadas, se hizo en el muslo una cortadura profunda, tanto, que fue muy grande el flujo de sangre que se siguió, y se le levantaron vivos dolores y violenta fiebre de resultas de la herida. Angustiábase Bruto y lo sentía profundamente, mientras Porcia, en lo más recio de su incomodidad, le habló de esta manera: “Yo, Bruto, siendo hija de Catón vine a tu casa, no como las concubinas a participar sólo de tu lecho y de tu mesa, sino a participar también de tus satisfacciones y de tus pesares. Por lo que hace a ti, no tengo de qué quejarme; pero de mi parte, ¿qué prueba o qué retribución te puedo dar, si ni siquiera divides conmigo tus secretos, y un cuidado que al parecer exige fidelidad? Bien sé que la naturaleza femenil es débil para poder guardar secreto; pero alguna fuerza tienen ¡oh Bruto! la buena educación y el honesto trato. En mí, con ser hija de Catón, se reúne el ser mujer de Bruto; y si antes podía desconfiar de poder corresponder a estos títulos, ahora ya estoy cierta de que aun al dolor soy invencible”. Y al decir esto le muestra la herida y le refiere la prueba que había hecho. Quedó Bruto pasmado, y tendiendo las manos pidió a los dioses le concedieran salir bien de la empresa, y comparecer como marido digno de Porcia, tomando después disposición para la curación de aquella heroica mujer.

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