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Al día siguiente, Bruto notó de infamia por sentencia a un ciudadano romano, buen militar y que le era fiel, llamado Lucio Pela, acusado en juicio de concusión por los Sardianos: esta determinación disgustó sobremanera a Casio, que pocos días antes se había contentado con reprender en secreto a dos amigos suyos acusados de los mismos crímenes, absolviéndolos en la sentencia, y manteniéndolos a su lado. Culpó, pues, a Bruto de sobradamente recto y justo en un tiempo en que era preciso usar de mucha discreción y humanidad; pero éste le trajo a la memoria los Idus de marzo, que fue el día en que dieron muerte a César, no porque él vejase y molestase a todos los hombres, sino porque otros lo ejecutaban a la sombra de su poder, de manera que si podía haber algún motivo para aflojar en la justicia, menos malo sería disimular con los amigos de César que ser indulgentes con los amigos propios que delinquiesen, pues respecto de aquellos se diría que nos faltaba el valor cuando respecto de éstos pasaríamos plaza de injustos en momentos en que nos cercan tantos peligros y trabajos. ¡Tal era el modo de pensar de Bruto!

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