Irritado Valerio de que no se le creyese capaz de exponerse a todo en bien de la patria, porque en particular ningún mal había recibido de los tiranos, se retiró del Senado, abandonó los pleitos y absolutamente se retrajo de los negocios públicos; tanto, que dio ocasión a muchos de que hablasen y entrasen en cuidado, no fuera que, llevado de su enojo, se hiciera del partido de los reyes y trastornara el estado de la República, y la República misma, todavía mal segura. Mas como de allí a poco, teniendo Bruto recelo de otros, ordenase que el Senado hiciera juramento con ofrecimiento de víctimas, señalado día para él, bajó Valerio a la plaza sobremanera alegre, y habiendo sido el primero a jurar que en nada cedería o condescendería con Tarquino, sino que pelearía contra él con todo su poder en defensa de la libertad, dio con esto mucho placer al Senado y grande ánimo a los magistrados. Confirmó muy luego este juramento con las obras; porque habiendo venido mensajeros de parte de Tarquino, trayendo cartas halagüeñas para el pueblo, y proposiciones moderadas, con las que intentaban seducir a muchos, diciendo en nombre del rey que ya pensaba de otro modo, y no quería sino lo que era muy puesto en razón, los cónsules eran de parecer de que éstos fuesen presentados al pueblo; pero Valerio no lo consintió, antes se opuso e impidió que con su presencia y palabras se diese ocasión y pretexto para mudanzas a la gente pobre, a quien más sensible se hace la guerra que la tiranía.