Sirvió ciertamente mucho Solón para el lustre de Publícola; pero también éste, a su vez, contribuyó para el de aquel, pues tomándole por el mejor modelo para cimentar bien una democracia, con quitar de la autoridad el fasto y la fiereza, la hizo amable y sin fastidio para todos; y adoptó además muchas de sus leyes, porque confió al arbitrio de la muchedumbre la elección de los magistrados, y al reo le dio facultad de apelar al pueblo, como la dio Solón de apelar a los jueces tomados de todo el pueblo. No creó, como éste, otro Senado nuevo; pero amplió el que existía, doblando casi el número. También fue tomada de allá la creación de los Cuestores, para que al supremo magistrado, ni si era bueno le faltara tiempo para las cosas importantes, ni si era malo le sobrasen los medios de abusar, siendo dueño del mando y de los caudales. El odio a la tiranía era más extremado en Publícola, porque si alguno intentaba apoderarse de la autoridad, Solón imponía pena al que fuese vencido en juicio, pero éste dio facultad de matarle sin necesidad de causa. Es justa y rectamente celebrado Solón porque, poniendo en su mano el estado de las cosas el que pudiese arrogarse todo el mando, y estando los ciudadanos dispuestos a llevarlo bien, él lo rehusó; pero no es menos de aplaudir en Publícola el que, habiéndosele conferido una autoridad despótica, la hubiese hecho más popular, y ni siquiera hubiese usado de ella en lo que legítimamente podía. Aunque parece haber sido Solón el primero en observar que el pueblo Obedece gustoso a los que mandan, si ni le aflojan ni le hostigan mucho.