Los soldados, que habían esperado saquear a Falerios, cuando regresaron a casa con las manos vacías, acusaban a Camilo de desafecto al pueblo, y nada inclinado a favorecer a los pobres. Otra vez repitieron los tribunos de la plebe la ley de la repoblación; y pidiendo que el pueblo pasara a votar, Camilo no se detuvo en enemistades, ni usó de disimulos, sino que a las claras contuvo a la muchedumbre y logró sí que voluntariamente diera su voto contra la ley, pero no por eso dejó de atraerse su enojo; tanto que, ocurriéndole motivos domésticos de pesadumbre, por haber perdido de enfermedad al uno de sus hijos, nada se disminuyó el encono por la compasión, a pesar de que, por ser de condición dulce y bondadosa, llevó con mucho dolor esta pérdida, y de que, hallándose citado por esta causa, se quedó en casa por el duelo, encerrado con las mujeres.