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Recibiéronle aquellos con sumo placer, y pasando allá Camilo, reunió ya unos veinte mil hombres de tropas, y muchos más de los aliados, con los que se disponía a dar combate. De este modo fue nombrado dictador Camilo la segunda vez. En Roma, algunos de los bárbaros, pasando casualmente por aquella parte, por donde Poncio subió por la noche al Capitolio, y advirtiendo en muchos puntos vestigios de los pies y de las manos, según que se asía y tenía que tomar vueltas, y por muchos puntos también arrancadas las matas que nacen en los derrumbaderos y hundido el terreno, dieron de ello parte al rey. Yendo éste a verlo, calló por entonces, pero a la tarde, juntando a los más ágiles de cuerpo entre los Celtas, y más hechos a trepar por los montes: “Los enemigos- les dijo- nos han enseñado que el camino por donde a ellos se sube, y que nosotros no sabíamos, no es ni invencible ni inaccesible a los hombres. Vergüenza sería que teniendo tanto adelantado, al fin lo echáramos a perder, y abandonáramos como inconquistable un lugar que los mismos enemigos nos han enseñado por dónde ha de tomarse; porque por donde a uno le es fácil ir, no ha de ser difícil a muchos uno a uno, y aun tienen la ventaja de que pueden entre si darse fuerza y ayudarse; y a cada uno se le darán los premios y honores correspondientes”.

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