La mayor parte de los escritores, teniendo por más cierta la otra tradición, la refieren de este modo: nombrado Camilo dictador por tercera vez, sabiendo que el ejército y los tribunos estaban sitiados por los Latinos y los Volscos, precisó a los que ya no estaban en la edad propia, sino que habían pasado de ella, a tomar las armas, y dando un gran rodeo por el monte Marcio, sin ser sentido de los enemigos, fue a colocar su ejército a la espalda de éstos, y encendiendo muchas hogueras, les hizo conocer a aquellos su llegada. Cobraron con esto ánimo, y determinaron salir al campo y trabar batalla, mas los Latinos y Volscos, conteniéndose dentro del vallado, con muchos y gruesos maderos fortalecieron por todas parte el campamento, estando dudosos en cuanto a los enemigos, y teniendo resuelto esperar otro refuerzo de tropas propias, además de contar también con el auxilio de los Tirrenos. Entendiólo Camilo, y temiendo no le sucediese lo mismo que hacía experimentar a los contrarios, teniéndolos cercados, se apresuró a aprovechar la ocasión. Como la defensa del vallado fuese de madera, y el viento a la primera luz soliese soplar con violencia de los montes, hizo que muchos se previnieran con fuego, y moviendo al alba con su ejército, ordenó a los unos que usasen de los dardos, y de la parte opuesta alzasen gritería, y llevó consigo a los que habían de pegar fuego por la parte por donde el viento acostumbraba a soplar sobre el vallado, donde esperaba el momento. Cuando al trabarse la batalla empezó a salir el sol, y se arreció el viento, dando la señal del ataque, rodeó el vallado con los prendedores del fuego. Prontamente se levantó llama donde tanta materia había, y en los maderos de la fortificación, y extendiéndose alrededor, no teniendo los Latinos remedio ni prevención alguna con que apagarlo, cuando ya todo el campamento estuvo ocupado del fuego, reducidos a un punto muy estrecho, tuvieron por precisión que arrojarse sobre los enemigos armados y formados delante del vallado; así fueron muy pocos los que huyeron; y el fuego consumió a todos cuantos quedaron en el campamento, hasta que, apagándolo los Romanos, hicieron presa de los efectos.