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La ocupación, pues, en las cosas serviles halla contra sí misma confirmación que la convenza de desidia hacia la virtud en el trabajo que se emplea en los negocios fútiles; pues ningún joven de generosa índole, o por haber visto en Pisa la estatua de Zeus ha deseado ser un Fidias, o un Policleto por haber visto en Argos la de Hera; ni un Anacreonte, un Filemón, o un Arquíloco, por haber oído los versos de estos poetas, pues no es preciso que, porque la obra deleite como agradable, sea digno de estimación el artífice. Portanto, es visto que no son de provecho para los espectadores aquellas cosas que no engendran celo de imitación, ni tienen por retribución el incitar al deseo y conato de aspirar a la semejanza; mas la virtud es tal en sus obras, que con el admirarlas va unido al punto el deseo de imitar a los que las ejecutan; porque en las cosas de la fortuna lo que nos complace es la posesión y el disfrute; pero en las de la virtud, la ejecución; y aquellas queremos más que nos vengan de los otros, y éstas, por el contrario, que las reciban los otros de nuestras manos; y es que lo honesto mueve prácticamente y produce al punto un conato práctico y moral, infundiendo un propósito saludable en el espectador, no precisamente por la imitación, sino por sola la relación de los hechos. De aquí nació en mí el propósito de proseguir este género de escritura relativo a las Vidas, y éste es el décimo libro que componemos, que contiene las de Pericles y de Fabio Máximo, el que combatió con Aníbal, varones parecidos entre sí en otras virtudes, pero muy especialmente en la mansedumbre y la justicia, y en haber sido ambos muy útiles a sus patrias con saber llevar las injusticias de los pueblos y de sus colegas; si acertamos o no en nuestro juicio, podrá verse lo que escribimos.

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